“Obras que te eligen”: el mito y la verdad detrás de esta frase

“Obras que te eligen”: el mito y la verdad detrás de esta frase

Durante años, en el mundo del arte se ha repetido una frase casi mágica: “las obras te eligen a ti”. A primera vista suena a romanticismo fácil, a mística de galería. Pero quien ha vivido un flechazo artístico sabe que algo de verdad —y mucho de misterio— hay detrás de esa idea.

La conexión con una obra no empieza con la razón. Ocurre antes. Es ese segundo en el que algo se activa sin que lo invites: un gesto que te recuerda a alguien, un color que te cambia la respiración, una textura que te obliga a acercarte. No lo decides: simplemente sucede.

Cuando es auténtico, no se limita a decorar. Una obra sostiene un fragmento de vida de su autor, y esa energía resuena —o no— con la tuya. Por eso dos personas pueden mirar el mismo cuadro y sentirse en planetas distintos. No es que la obra “elija”, es que tu memoria, tu historia y tus sensibilidades encuentran en ella un eco inesperado.

En La Galería Escondida lo vemos cada semana: alguien entra sin intención de comprar nada… y termina atrapado frente a una obra que ni siquiera estaba buscando.
No era su estilo.
No era su plan.
Pero era su pieza.

Ese instante, silencioso pero poderoso, es el verdadero lujo del arte contemporáneo: sentir que una obra te reconoce antes de que tú la entiendas.

Las obras no piensan, no eligen y no te llaman por tu nombre. Pero sí despiertan partes de ti que creías dormidas. Y cuando eso pasa, no estás comprando un objeto: estás eligiendo convivir con algo que te habla de forma íntima y constante.

Quizá por eso quien ha vivido ese encuentro lo recuerda como un gesto recíproco.
No compró un cuadro. Se encontró con él.

 

Obra de Amaya Fariza disponible en la web.